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jueves, 13 de febrero de 2014
Fieles acompañantes nocturnas.
Las estrellas desde bien pequeña han sido mi perdición.
Quizás por su belleza, por su fuerza pero sobre todo por eso de que nunca fallan y todos las anoche acompaña a cada alma enamorada o bien, rota que busca en la inmensidad del cielo algo de apoyo. Algo de comprensión, en definitiva algo que les haga sentirse menos solos. Porque acompañados de tantos puntitos resplandeciente se sienten que quizás no esté todo perdido, que aquellas luces vestidas de plata consiguen vencer tormentas, meteoritos e incluso a la propia vida, que aún consumidas ya su luz permanece en el cielo humano.
Cadezas nocturnas pérdidas que buscan al alzar sus miradas a ese escenarios tan inmenso llamado cielo, algo de fuerza, buscan un motivo por el que luchar, muchas veces sin darse cuenta al subir sus rostros y contemplar esos asteroides sus malas vidas dejan de serlo un poquito.
Un instante.
Un segundo.
Allí arriba todo es posible.
Quizás sea por eso que me gusten las estrellas, sólo quizás porque por las noches, cuando más sola me siento, encuentro algo de compañía entre tantos destellos de luz.
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